Peregrinos / ERNESTO REYES

Peregrinos / ERNESTO REYES
Peregrinos
ERNESTO REYES


Se considera hombre o mujer peregrino a aquél caminante, viajero, penitente, romero o romeriante. Así lo define el diccionario de la lengua española. Este concepto evoca los grandes esfuerzos que la gente realiza para congraciarse fervorosamente ante una imagen, que la tradición católica ubica como intermediaria ante el dios cristiano. Estas procesiones pueden ser, en grandes o reducidas caravanas humanas y motorizadas (a pie, bicicleta, motocicleta, vehículos de motor, etcétera) partiendo de sus centros de población o comunidad; preferentemente organizados en pequeños o grandes grupos con destino a los cientos de santuarios que existen en México. 
El más renombrado es el de Santa María de Guadalupe, en la ciudad de México. Veneración nacida para reforzar la conquista religiosa y aglutinar la fe del pueblo mexicano tan expoliado por quienes se dijeron conquistadores y vinieron a implantar nuevas costumbres y prácticas religiosas por encima de las creencias y deidades locales. Se ubicaba la adoración de Tonantzin (madre de los dioses mexicanos), en el mismo sitio donde a partir de 1531 se oficializaría el culto a la Guadalupana. Según el Nican Mopohua (que significa aquí se narra) se encontraba en “la casita sagrada de la Niña Reina, allá en el Tepeyac”. La jerarquía eclesiástica la divulgó mediante una estampa (impresa en el ayate de Juan Diego) y una pintura con características de la mujer indígena y su tratamiento como Reina en su advocación de la Virgen María. 

Historiadores describen el culto como “una creación colectiva y singular de la Nueva España, expresión cargada de valores bíblicos, símbolos prehispánicos, mundo ibérico y catolicismo mediterráneo que la convirtieron en devoción de españoles, indios, criollos, mestizos, mulatos, ricos y pobres”. No es gratuito que el cura Miguel Hidalgo la haya enarbolado en su estandarte de la revolución de Independencia, que Morelos mandara a colocar una escultura guadalupana en su casa de Morelia; que existiera la organización clandestina: Los Guadalupanos; que nuestro primer presidente se llamara Guadalupe Victoria, o que Santa Anna y Maximiliano por igual la invocaran. Incluso el ejército de Emiliano Zapata y el mismo EZLN reivindicaran esta figura en su lucha. 

El presidente Juárez -recuerda Fausto Zerón-Medina, de cuyas letras extraigo estos datos- cuidó que las Leyes de Reforma no dañaran el santuario del Tepeyac ni el “calendario emocional” de los mexicanos; no tocó sus bienes y mantuvo el 12 de diciembre como fiesta oficial. Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto proclamaban la “igualdad ante la Virgen”, y este último, le dedicó este soneto: “Piedad para tus hijos, ¡Madre amante! /Ampara a nuestra patria que, rendida / clama paz con acento agonizante/ y Tú, la excelsa, la de la luz vestida /alza, oh Madre de Dios, alza triunfante / la causa de los libres, tan querida”.


Tampoco fue casual que la presidenta Sheinbaum conversara el mismo día 12, mediante llamada telefónica, con el papa León XIV, quien envió por su conducto bendiciones y saludos al pueblo mexicano. En el mensaje de su cuenta de X la mandataria agregó: “... más allá de la religión que profese cada persona y de la laicidad del Estado, la Virgen de Guadalupe es símbolo de identidad y paz para las y los mexicanos”.  

La Guadalupana es vínculo entre las grandes masas populares, unifica a la gente pobre que se aferra a su devoción frente a enfermedades o males como hace cinco años nos ocurrió con la pandemia de Covid-19. También, ante el infortunio o la invalidez social, frente al desempleo y la injusticia, apelando a que, si las leyes del hombre no alcanzan, se produzca un milagro para castigar al injusto o se encuentre a las personas desaparecidas. 

La devoción por la Inmaculada Concepción en Santa Catarina Juquila concentra el interés de miles de familias; la han adoptado entidades vecinas como Veracruz, Tlaxcala y especialmente Puebla, desde donde se dejan venir por la estrecha carretera alrededor de dos millones de personas cada año. En estos días, antes de las festividades de la Patrona de Oaxaca, la Soledad, hemos disfrutado con las narraciones y hazañas de los peregrinos de Juquila, donde no es extraño que alguien se lastime. También participado con los devotos de la Virgen de la Carretera que el 12 de Guadalupe se sella con su velación, la misa, las mañanitas, fiesta salpicada con pozole verde, barbacoa, música de banda, baile y mezcal. 

En la última quincena del 2025 inician las posadas y nos invade la nostalgia por los que ya no están; pero es ocasión de renovar la esperanza de que el año que comienza tendremos una oportunidad más para disfrutar la vida. Seguimos nuestro peregrinar.

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