
Santa Cruz Xoxocotlán se prepara para participar oficialmente en la Guelaguetza 2025 con una de las expresiones más antiguas y completas de su identidad: el Fandango xoxeño y su ritual del guajolote.
Esta tradición no es solo una danza o una fiesta, sino una estructura comunitaria que integra cocina, palabra, música y espiritualidad.
El Fandango xoxeño tiene su origen en antiguos rituales prehispánicos que, tras la evangelización, no desaparecieron, sino que se transformaron en ceremonias como el matrimonio tradicional.
Esta práctica conserva su organización colectiva: desde la pedida de mano y el concierto, hasta la preparación del altar, el vestuario, la comida y el baile.
El momento central es el ritual del guajolote, en el que los hombres de la familia del novio lo cargan vivo y danzan arrastrando sus patas en una representación ancestral de protección y unión. Según la leyenda, el guajolote borró las huellas de un príncipe mixteco, quien raptó a una doncella zapoteca. Hoy, ese mismo símbolo es ofrecido como compromiso entre familias.
La cocina ceremonial, que incluye platillos como higaditos, chichilo, tamales de frijol y bebidas tradicionales como el tejate, es parte esencial del fandango. También lo es la música en vivo, con jarabes compuestos por músicos locales inspirados en sonidos cotidianos.
El vestuario tradicional, reconstruido a partir de fotografías y memoria oral, reafirma el valor de lo heredado: enaguas, refajos, calzón de manta, rodete de trenzas y aretes de filigrana.
Para Xoxocotlán, participar en la Guelaguetza no es un debut, sino un regreso con dignidad. El Fandango xoxeño no es folclor: es una afirmación cultural viva.
Este texto completo estará disponible en la revista Huehuete que se publicará en la página web del municipio de Santa Cruz Xoxocotlán y en redes sociales a partir del 28 de julio.