Mientras en Palacio se habla de diálogo, en los caminos de México hay bloqueos, cansancio y enojo.
Miles de productores de maíz reclaman lo mismo desde hace años: un precio justo.
El gobierno propuso pagar 6 050 pesos por tonelada, pero los agricultores aseguran que no alcanza ni para cubrir los costos de sembrar, cosechar y transportar el grano.
Piden 7 200 pesos, una cifra que no es lujo, sino supervivencia.
La presidenta Claudia Sheinbaum anunció que el próximo jueves el secretario de Agricultura, Julio Berdegué, explicará en la mañanera el supuesto “acuerdo”.
Pero en el campo nadie habla de acuerdos: se habla de frustración.
De años de oír promesas que se disuelven entre comunicados y conferencias.
“No pedimos regalos. Pedimos respeto a nuestro trabajo”, dicen los productores que hoy bloquean carreteras en Jalisco, Michoacán, Guanajuato y otros estados.
El gobierno llama al diálogo, pero el diálogo sin resultados se siente como burla. Porque mientras los funcionarios se reúnen, los campesinos pierden el fruto de su esfuerzo y el alimento de sus familias.
El maíz no es solo un cultivo: es la raíz de nuestra identidad y hoy, esa raíz está siendo ignorada.