
Visión política
Juchitán alza la voz
Por Fernando Cruz López
En un momento en el que los vientos de la desinformación, la confrontación política y la inseguridad amenazan con desgarrar el tejido social de Juchitán, una de las voces más representativas del Istmo, Emilio Montero Pérez, volvió a colocarse al frente del discurso público para decir con claridad: “¡Un Juchitán hincado y sometido, jamás!”.
El exalcalde, respaldado por más de un centenar de organizaciones sociales, sindicales, culturales y productivas, no sólo refrendó su apoyo al presidente municipal Miguel Sánchez Altamirano, sino que colocó el dedo en la llaga sobre una realidad que muchas veces se quiere maquillar: la embestida mediática y política que busca debilitar gobiernos legítimos mediante campañas sucias, perfiles falsos y rumores sembrados con veneno en redes sociales.
En su intervención, Montero no escatimó en reconocimiento al respaldo federal y estatal que ha recibido Juchitán en los momentos más críticos. Aplaudió la cercanía de la presidenta Claudia Sheinbaum y del gobernador Salomón Jara Cruz, quienes –dijo– respondieron con prontitud ante el llamado urgente del cabildo local. Este respaldo, que se traduce en operativos de seguridad y presencia institucional, representa un mensaje clave para los detractores: Juchitán no está solo.
Pero más allá de los discursos, lo que se puso sobre la mesa fue una postura política firme, una señal de unidad que no se veía desde hace tiempo en el Istmo. Montero no vino a disputar espacios, sino a proteger los que ya han sido ganados por la vía democrática. Respaldar a Miguel Quetu no es un acto de conveniencia política, sino una decisión estratégica para cerrar filas ante la ofensiva de quienes desean ver a Juchitán dividido y sometido.
Y en este contexto, el llamado a la unidad no es retórico. Emilio recordó que Juchitán ha sido históricamente la cuna de la izquierda oaxaqueña. Aquí germinó el movimiento transformador mucho antes de que se consolidara como partido o como gobierno. En cada elección, desde la presidencia de AMLO hasta la más reciente consulta de revocación de mandato, el pueblo juchiteco ha respondido con firmeza. Por eso, hoy más que nunca, resulta imprescindible que la izquierda juchiteca no caiga en la trampa de la fragmentación interna.
El anuncio de una marcha por la paz, a realizarse el próximo domingo 24 de junio, representa más que un acto simbólico. Es una afirmación de fuerza política y social, una forma de decirle a Oaxaca y al país que Juchitán sabe organizarse, defender sus causas y proteger a su gente, incluso cuando la tormenta arrecia.
En momentos donde muchos actores políticos se esconden o se vuelven ambiguos ante las crisis, la postura de Montero es también una jugada de claridad. Lo dijo sin rodeos: aquí estamos con Claudia, con Salomón y con Miguel Quetu. No por compromiso de partido, sino porque el pueblo lo eligió, lo sostiene y está dispuesto a defenderlo.
Lo que sucede hoy en Juchitán es un microcosmos de lo que podría pasar en otros municipios del país: cuando el liderazgo local es atacado por intereses disfrazados de opinión pública, cuando las redes sociales se utilizan como campo de batalla para minar gobiernos legítimos, y cuando el respaldo de la gente se convierte en el escudo más poderoso frente a la mentira.
Por eso, esta frase resuena más allá de los límites geográficos del Istmo: “¡Un Juchitán hincado y sometido, jamás!”. Porque no solo es un grito de resistencia, es una declaración política de que el pueblo, cuando se organiza, no se arrodilla ante el miedo ni se somete al chantaje.