VISIÓN POLÍTICA
Oaxaca necesita Uber
Por: Fernando Cruz López
En Oaxaca, abordar un taxi se ha convertido en un acto de resignación más que de elección. La mayoría de los usuarios coinciden en algo: tarifas arbitrarias, vehículos en mal estado, choferes sin capacitación y un servicio cada vez más deficiente. Los taxistas de la capital oaxaqueña, amparados por un sistema que durante décadas les garantizó impunidad y poder, han abusado de su posición hasta el hartazgo. Hoy, más que nunca, urge que la Secretaría de Movilidad (Semovi) y el Congreso local autoricen la operación de plataformas digitales como Uber, que representarían una verdadera opción de competencia y justicia para el usuario.
Lo cierto es que la voracidad de este gremio, protegido por intereses políticos, ha provocado que miles de oaxaqueños prefieran caminar antes que pagar tarifas infladas o soportar el mal trato que reciben. En la práctica, los taxis en Oaxaca no ofrecen un servicio público, sino un negocio privado disfrazado de necesidad colectiva.
En contraste, plataformas como Uber no solo brindan comodidad, seguridad y transparencia en los costos, sino que además formalizan la relación entre conductor y usuario bajo un esquema de responsabilidad y evaluación constante. En otras palabras, devuelven al ciudadano la posibilidad de elegir y exigir calidad. ¿Por qué Oaxaca debe seguir atrapada en un sistema arcaico que privilegia a unos cuantos y castiga a todos?
Es momento de que el Congreso local asuma su papel histórico y ponga fin al chantaje de los sindicatos del volante. La movilidad no puede seguir siendo rehén de grupos que han hecho de la anarquía su modo de vida. La Semovi, por su parte, debe dejar de temerle a las protestas y defender el derecho de los ciudadanos a un transporte digno, moderno y eficiente.
La apertura a Uber no es una moda, es una necesidad. Oaxaca no puede hablar de transformación mientras tolere monopolios que estrangulan la economía popular. La competencia no destruye, mejora; y si los taxistas quieren seguir vigentes, deberán adaptarse, capacitarse y modernizarse. Ha llegado la hora de liberar las calles del control del taxismo voraz y abrir paso a la verdadera movilidad del siglo XXI.