El ojo de luz de Toledo

por: ERNESTO REYES


Toledo, siempre Toledo. Hace ya seis años que Francisco, Chico, Toledo se montó en un papalote que no tenía boleto de regreso, dejándonos en una orfandad que no se ha logrado llenar, a pesar de los esfuerzos de variadas instituciones de cultura. Sin embargo, el coloso zapoteca (1940- 2019) nos legó, entre otros, el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (CFMAB), que el año próximo cumple 30 años.


En el Centro de las Artes de San Agustín Etla (CASA) está montada parte de la colección de imágenes que fue atesorando el desaparecido activista, pintor y ambientalista; defensor de derechos humanos, protector del patrimonio y la naturaleza, quien devolvió, mediante estas acciones, el torrente de reconocimientos que en vida recibió. 
Toledo invirtió en recintos que permanecen al servicio del pueblo. Deseaba que las actuales y nuevas generaciones no dejaran de acercarse a las bibliotecas, casas de cultura, museos, talleres y exposiciones que constantemente produce la infraestructura tolediana. 


La muestra fotográfica “Lu’ Biaani, Francisco Toledo y la fotografía”, que en español significa “ojo de luz”, montada hasta el 2 de noviembre cuando se levantan las ofrendas a quienes no están físicamente con nosotros, presenta a exponentes que conoció personalmente o que le donaron su obra.


El curador de la muestra, Alejandro Castellanos, afirma que la exposición ofrece el “ojo de luz” del artista. Desde fotos de don Manuel y Lola Álvarez Bravo a quien rinde tributo permanente el CFMAB, hasta las de Henri Cartier-Bresson, Héctor García, Rafael Doniz, Francis Alys, Charles Harbut, William Klein, Josef Koudelka, Joan Liftin, Mary Ellen Mark, Sebastiao Salgado y Edward Weston. Toledo reunió uno de los más notables acervos fotográficos que existen en México y América Latina. Imágenes que contribuyeron a consolidar el poderoso mito: de la unidad de la fotografía mexicana con la cultura popular. Romualdo García, Nacho López, Guillermo Kahlo, Juan Rulfo, Mariana Yampolsky, Graciela Iturbide, Eniac Martínez y muchos otros.


“Toledo fue un hombre consciente de los poderes de su imaginación, pero también un observador atento a los destellos de las fantasías de otros artistas, entre quienes destaca el fotógrafo Manuel, cuya obra despertó en el Toledo adolescente la posibilidad de mirar e imaginar el mundo a través de la luz capturada por una cámara fotográfica”.
La colección nos llena de imaginación e ideas que las y los fotógrafos se esmeraron en proyectar, sea mediante la representación del mundo indígena, urbano, social, político, artístico, etcétera. Como, por ejemplo, testimonios gráficos de la lucha de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo. Como la mujer que retrató Graciela Iturbide con iguanas en la cabeza, indígenas en marcha con la bandera rojinegra; ciudadanos masacrados por el priismo. El espectador puede pasear su mirada por las imágenes en blanco y negro, y a color, de Lourdes Grabet, Heriberto Rodríguez, Marco Antonio Cruz; cuando el referéndum juchiteco de 1983 donde puede verse a Fernando Benitez, Carlos Monsiváis y el mismo Toledo, paliacate en la cabeza, apoyando con su fuerza moral al movimiento. 


La serie de retratos de Sotero Constantino Jiménez del Juchitán del siglo XX; las miradas de quienes han recibido formación en el CFMAB, como Juan Carlos Reyes quien reporteó al Subcomandante Marcos, por ejemplo. Aparecen foto-periodistas como:  Jorge Luis Plata, Luis Alberto Cruz, Gyna Mejía. Asimismo, creativos como Eleuterio Xagaat, Eva Lépiz, Vittorio D´Onofri, Domingo Valdivieso, Luna Marán, Jorge Santiago, Citlalli Fabián, Octavio López, Baldomero Robles, Julio Barrita, Claudia López Terroso, Jorge Brena, Jorge Acevedo, Cecilia Salcedo. Se incluye a Koral Carballo, Yael Martínez, Paola Dávila, Karina Juárez, Lola Medel, Javier León Cuevas, Mariela Sancari, Roberto Tondopó, Fausto Nahúm, María Luisa Santos, José Ángel Santiago. Son “autores representativos del imaginario oaxaqueño y nacional” que el propio Francisco Toledo personalmente seleccionó para que formen parte de la gran colección del Álvarez Bravo.  


Hay personas que creen que los papalotes van y llevan las almas de los difuntos, en las vísperas del día de muertos. Toledo convirtió los cometas en un auxiliar para buscar, desde lo alto, a los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa. Son por ello, un símbolo de esperanza de que la vida regresa de otro modo. 


El barrio San José, perteneciente a San Agustín, se reivindica como la cuna de las “muerteadas”. En esta época, el fresco acompaña las comparsas y hay concursos de murales en paredes de casas y el panteón municipal. Allí aparece siempre el alma, el rostro de Toledo, alumbrando con la luz de su mirada a quienes hacen su último recorrido. Son homenajes que le tributan pinceles jóvenes a quien nos sigue faltando por sus visitas periódicas al CASA y a nuestras vidas. Toledo, siempre Toledo.

@ernestoreyes14

Categoría