Visión Política
Los tiburones del huachicol fiscal
Por: Fernando Cruz López.
Resulta cada vez más evidente que el combate al huachicol fiscal en México se ha convertido en una narrativa más de discurso que de acción. La presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido transparencia, mano firme y cero tolerancia a la corrupción, pero hasta hoy los únicos que han caído son los “peces chicos”: empleados intermedios, contadores y operadores menores. Los verdaderos responsables —los que tejieron redes multimillonarias dentro y fuera del gobierno— siguen nadando tranquilamente en aguas profundas, protegidos por un manto de silencio y complicidad.
Lo más grave es que no hablamos de un caso aislado. Se trata del fraude más escandaloso de los últimos años, un saqueo al erario disfrazado de ingeniería fiscal y lubricado con relaciones políticas de alto nivel. Las investigaciones señalan que hubo facturación falsa, empresas fantasma y triangulaciones de recursos públicos, pero nadie se atreve a tocar a los poderosos. ¿Por qué tanta omisión? ¿Por qué tanto miedo? ¿O será que la red de intereses llega tan alto que tocarla sería políticamente suicida?
Entre las sombras de este escándalo destaca un nombre que la propia presidenta ha evitado mencionar: el del senador Adán Augusto López. Su cercanía con el expresidente López Obrador y su influencia dentro de la estructura morenista parecen blindarlo de cualquier indagatoria, aunque su nombre se repite en conversaciones y documentos que apuntan a responsabilidades políticas, penales y económicas. La pregunta que surge es: ¿Hasta cuándo seguirá gozando de esta protección? ¿Por qué el gobierno federal no exige una investigación seria y transparente?
La ciudadanía percibe una doble moral: mientras se encarcelan pequeños operadores para aparentar justicia, los grandes beneficiarios del desfalco continúan en la impunidad. Esa selectividad erosiona la credibilidad del gobierno, contradice su discurso anticorrupción y confirma lo que muchos ya sospechaban: que en la “Cuarta Transformación” también hay vacas sagradas que nadie toca. La impunidad selectiva es, al final, otra forma de corrupción.