
El agua se ha convertido en el nuevo oro de Oaxaca. En los Valles Centrales, donde la escasez golpea con fuerza a comunidades enteras, se ha consolidado un negocio tan jugoso como ilegal: el tráfico o huachicol de agua. Lo que comenzó como una actividad discreta, hoy es un mercado negro que crece a la sombra de la impunidad y la complicidad de autoridades locales.
El mecanismo es perverso. Piperos y empresarios improvisados, en contubernio con autoridades de los municipios conurbados a la capital, han abierto pozos profundos sin permisos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). De esas perforaciones clandestinas brotan millones de litros diarios que, en lugar de destinarse al abasto comunitario, son comercializados a precios estratosféricos. Pipas se pasean por calles y carreteras, llevando agua a quienes pueden pagarla, mientras cientos de familias se conforman con cubetas racionadas.
El costo real de este huachicoleo del agua no se mide solo en pesos. Cada litro extraído ilegalmente acelera el colapso de los mantos freáticos, agotando reservas subterráneas que tardan décadas en recuperarse. En nombre de la ganancia inmediata, se está hipotecando el futuro hídrico de Oaxaca, condenando a pueblos enteros a una sequía permanente. La tierra se hunde, los pozos comunitarios se secan, y los campos se tornan estériles, mientras el negocio de unos cuantos florece.
Lo más alarmante es el silencio oficial. ¿Cómo se perfora un pozo profundo sin que nadie lo note? ¿Cómo circulan las pipas sin que haya sanciones? La respuesta apunta a la corrupción: autoridades municipales que se hacen de la vista gorda, funcionarios que permiten la operación y una sociedad que, necesitada agua, termina siendo cliente cautivo del huachicol del vital líquido.
Oaxaca enfrenta una crisis que no es solo ambiental, sino también ética. Si el Estado no actúa con firmeza —clausurando pozos, sancionando a responsables y diseñando políticas de gestión hídrica sostenibles—, el agua dejará de ser un derecho para convertirse en un privilegio de mercado.
En los Valles Centrales, el huachicoleo invisible del agua ya está aquí, y cada día que pasa, la factura ecológica y social se vuelve más impagable… Sígame en X como @Visionpolitica.