
Expolición
Los dos mandos
Amado Sanmartín Hernández
In Memoriam Ana Zaragoza Martínez.
Pasada la algarabía de los lunes del cerro y del frenético “desplumadero” por parte de los mercaderes en el centro histórico y en las playas de las costas oaxaqueñas, Oaxaca vuelve a tener su cotidiana normalidad, sobre todo para aquellos que nunca han participado ni conocido el festín de la clase en el poder que presume para ocultar la nebulosa atmósfera de la realidad ancestral de Oaxaca.
Por dos lunes consecutivos “La gozona” se concentró en el Auditorio Guelaguetza para regocijo de propios y extraños, quienes acudieron a admirar el esfuerzo de las delegaciones que vinieron a representar a sus comunidades, pero también sirvió para que los funcionarios pudieran presumir y ser reconocidos mundialmente como un gobierno consagrado a mantener intactas las culturas y las tradiciones de Oaxaca.
Hubo incidentes que se ignoraron para no perturbar la fiesta que el virreinato ofrecía a sus invitados. Ha de haber sido una gran decepción para el gobernador no haber tenido entre sus invitados a la presidenta Claudia Sheinbaum, para evitar, tal vez, una airada protesta de maestros de la CNTE que no lograron la derogación de las reformas educativas y del ISSSTE, tras una prolongada jornada de veinte días en la capital del país.
(Parece que el desgaste de las manifestaciones es una nueva estrategia para cansar a los manifestantes sin llegar a solucionarle sus reclamos).
Pero no se crea que las fiestas han terminado, porque las gozonas, el folclor y la guelaguetza seguirán por todo el Estado, por todos los pueblos y durante todo el año, para mantener esta euforia hasta que acabe el sexenio; pero claro, ya el Rasputín del gobernador, el tal Geovani, habrá de encontrar por ahí un decreto para que estas celebraciones nunca acaben.
Ya sin danzas, danzones, calendas… viene la hora del recuento y aunque en opinión de muchos, estas fiestas de los lunes del cerro han sido las peor organizadas, ya empezarán también los hoteleros, restauranteros, mercaderes, dueños de negocios de bebidas empedantes en el centro histórico, y las memeleras a quejarse de las ganancias, pero para consuelo de muchos, habría que oír el discurso megalómano de la señora de Turismo.
Así que pasadas estas fiestas de guelaguetza, Oaxaca vuelve con su necedad de que le solucionen sus crisis, aunque sabe que por sus reclamos puede llevarse una gaseada o agresiones físicas de policías y cancerberos de los gobiernos del Estado y municipal.
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CON un profundo regocijo para el gobierno morenista de Oaxaca, acabaron las fiestas de los Lunes del Cerro, con su Guelaguetza que significa, aparte de la demostración de las tradiciones y cultura de Oaxaca, la pasarela para la clase gobernante, aunque esta demostración insólita del pueblo oaxaqueño solo muestre una parte de la grandeza de todas las culturas que pueblan el Estado.
La otra realidad sería la que trata de ocultar el régimen al ignorar hechos que consternan a la sociedad civil y que se refieren a la cada vez mas escalofriante escalada de criminalidad, de miedo ante la peligrosa presencia de la delincuencia organizada, retomando el estribillo de los morenistas en el poder, “como nunca”, Oaxaca ha estado rodeada de lobos y es victima del acecho y el simbiótico contubernio de policías y delincuentes, como está ocurriendo en Juchitán, -una zona de guerra-, donde a partir de las seis o siete de la noche, la gente se refugia en sus hogares, temerosa de salir y ser sorprendida en las calles por policías preventivos, que suplen a los municipales, sometidos a un procedimiento de examen de confianza.
Los “azules”, como los conoce la población, se han convertido en un azote peor que la delincuencia. Pero eso no es todo, en impunidad, en crímenes, feminicidios y asesinatos de niños, en el ranking nacional, Oaxaca ocupa primeros notables lugares, aunque el gobernador y su gabinete de seguridad juren que “es cosa de nuestros enemigos”, que difunden cifras que no son reales.
Acabará el sexenio morenista, y nunca habrán de reconocer y aceptar la realidad de Oaxaca. Un ambiente parecido o peor se observa en el ayuntamiento de la ciudad, en el que manda el hermano del gobernador, que digita la maquinaria a lo que diga su horóscopo, advirtiéndose en sus actos su falta de oficio y de abuso de poder.
Tanto en el palacio de Gobierno, donde manda un hermano y en el palacio municipal, donde ordena el otro, hay notables y peligrosos signos de corrupción y autoritarismo.
So long raza.